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Mis difuntas amigas, las palomitas


Holas, buenas tardes. Desde mi concurridísimo blog escribo algo aunque no se me ocurre nada en particular. Jack dice “bueno” y “hola” detrás de mí, es todo su vocabulario. Klo está tomando el sol en la cochera. El ipod se trabó otra vez y eso que casi ni uso la fregadera de aparato. El domingo entregué lo que han sido mis primeros diseños para tatuajes, es la primera vez que alguien va a pintarse una obra mía en la piel de manera permanente. Después de la entrega caminé por las calles preguntándome que hacer y dándome cuenta de que no podía molestar a alguien así nomás en domingo por la noche. Decidí ir al cine, ver una pelìcula que yo eligiera y comprarme unas palomitas enchiladas grandes (¡slurp!). Caminé desde La Paz y Chapus hasta el Centro Magno. Vallarta parecía avenida de pueblo fantasma bajo la luz azul oscuro que hay justo despuès de la puesta de sol, así de sola y silenciosa la caminé, sòlo frente al Chai hubo algo de cálida luz eléctrica.
Aprendí lo difícil que es sostener una cajota de palomitas con una mano mientras intentas meter la cartera y el babocel en la bolsa con la otra, por un momento creí que vería mis palomitas rodar por el piso como canicas huecas. Por fin nos dejaron entrar a la sala, ahí descubrí lo fácil que es encontrar un buen lugar aunque la sala este atestada siendo sólo una persona. Se me había olvidado lo agradable que es ir al cine sola, no lo hacía desde “El increíble castillo vagabundo”.

Pero estoy esperando a poder ir de nuevo acompañada.